En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada "Confiar en la Alegría".
Esta mujer observaba como reyes, príncipes y
demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos y nada le habría
gustado más que poder hacer ella lo mismo.
Así pues, salió a mendigar y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada.
Sin embargo, al saber que queria el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.
Así pues, salió a mendigar y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada.
Sin embargo, al saber que queria el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.
La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una
lamparilla, que depositó delante de Buda mientras le expresaba este
deseo:
–No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría.
Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas.
–No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría.
Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas.
Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a
la iluminación.
A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las
demás lamparillas; pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al
amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para retirarlas.
Al ver que aquella todavía estaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó: No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante el día, y trató de apagarla de un soplo. Pero la lámpara continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aún así siguió ardiendo.
Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo:
–¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla, y mucho menos apagarla. Si derramaras toda el agua del océano sobre ella, no se apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla.
–¿Por qué no?
–Porque esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.
Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó y él profetizó que en el futuro llegaría a convertirse en un buda perfecto llamado - Luz de la lámpara.
Al ver que aquella todavía estaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó: No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante el día, y trató de apagarla de un soplo. Pero la lámpara continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aún así siguió ardiendo.
Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo:
–¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla, y mucho menos apagarla. Si derramaras toda el agua del océano sobre ella, no se apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla.
–¿Por qué no?
–Porque esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.
Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó y él profetizó que en el futuro llegaría a convertirse en un buda perfecto llamado - Luz de la lámpara.
Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que
determina el fruto de nuestros actos.
Shantideva dijo:
"Toda la dicha que hay en este mundo,
Toda proviene de desear que los demás sean felices;
Y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
Todo proviene de desear ser feliz yo.
Puesto que la ley del karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos y cada vez que les proporcionamos felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.
"Toda la dicha que hay en este mundo,
Toda proviene de desear que los demás sean felices;
Y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
Todo proviene de desear ser feliz yo.
Puesto que la ley del karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos y cada vez que les proporcionamos felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.
Anónimo
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