Después de una fuerte tormenta, un árbol frondoso y centenario cedió y cayó
quedando con las raíces de fuera, casi al instante un leñador que andaba cerca
en el bosque llegó y comenzó a cortar la madera. Era tan grande el árbol que
aquel leñador necesitó de la ayuda de sus compañeros.
Al final se logró obtener la mejor madera del árbol, solo la parte del tronco
con las raíces quedo sobrando, el leñador decidió llevarlo a su casa, aunque le pareció que no serviría de mucho. Pasaron los
días y aquel tronco estaba tirado, soportando el sol y la lluvia en las afueras
de la casa. Un día pasó un hombre y vio aquel tronco, se acercó y le pregunto
al leñador si podía vendérselo. El leñador le contestó: este tronco no me sirve
para nada, se lo regalo, puede llevárselo.
En el momento aquel hombre pidió que le llevaran ese tronco a su casa y
agradeció al leñador por el gentil regalo. El hombre era un importante
escultor. Al tener aquel rústico tronco en su casa, comenzó a tallarlo y
esculpirlo,
tardó días y logró hacer una hermosa obra de arte que llegó a
venderse a un precio impensable.
Él escultor vio más allá de lo que todos podían ver en aquel pedazo de
madera, vio lo que podía llegar a ser después de transformarlo: una obra
perfecta.
Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo; Filipenses 1:6
En más de alguna ocasión hemos visto como los gobiernos o empresas comienzan
a clasificar a las personas según su nivel económico, educativo y social y quizás
nos hemos sentido excluidos o que no aplicamos a un nivel importante.
Tenemos que recordar que Dios ha visto en nosotros algo que nadie ha podido
ver. Al enviar su hijo a dar su vida por nosotros nos mostró el verdadero valor
que tenemos. Valemos la sangre del Hijo de Dios, él pagó en aquella cruz todo
por nosotros y con su gracia nos sigue perfeccionando diariamente hasta hacer
su mayor obra de arte en nuestras vidas.
Si quizás has vivido pensando que no vales nada y todos te han excluido, no
olvides que Dios ha dado todo por ti y para él tú vales mucho. Él será fiel en
perfeccionar su propósito en tu vida.