Un dia un viejo campesino fue a ver a Dios y le dijo:
- Tú eres Dios y haz creado el mundo, pero no eres campesino ni conoces de agricultura. Por lo tanto tienes algo que aprender.
Entonces Dios le preguntó:
¿Cuál es tu consejo?
El campesino respondió:
- Dame un año para hacer lo que yo quiero y veremos qué pasa. Te aseguro que la pobreza y el hambre no existirán más.
Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente este pidió lo mejor para su siembra: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano.
Todo transcurria de maravilla, el trigo crecía altísimo y el campesino se sentía muy feliz. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había lluvia.
Fue un año aparentemente perfecto.
El trigo crecía tan alto que el campesino fue a ver a Dios y le dijo:
- Mira, esta vez obtendremos tanto grano que podríamos alimentar a todos por diez años!
Hasta que llegó el momento de la siega, y para gran sorpresa del campesino, los granos recogidos estaban vacíos.
El granjero sorprendido le preguntó a Dios:
- ¿Qué pasó? ¿Qué error hubo?
Y Dios dijo:
Como no hubo ni tormentas, ni vientos fuertes, ni truenos, ni relámpagos, no hubo desafíos para el alma del trigo. Tú evitaste lo que era malo y el trigo no aprendió a desarrollarse.
Dios miró al campesino con benevolencia, y prosiguió:
La noche es tan necesaria como el día y las épocas de tristeza son tan necesarias como las de felicidad. A esto se le llama verdadero aprendizaje. Si entiendes este proceso descubrirás la belleza de la vida y la importancia de sacarle provecho a cada una de nuestras experiencias cotidianas, asi parezcan buenas o malas.
Anónimo
- Tú eres Dios y haz creado el mundo, pero no eres campesino ni conoces de agricultura. Por lo tanto tienes algo que aprender.
Entonces Dios le preguntó:
¿Cuál es tu consejo?
El campesino respondió:
- Dame un año para hacer lo que yo quiero y veremos qué pasa. Te aseguro que la pobreza y el hambre no existirán más.
Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente este pidió lo mejor para su siembra: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano.
Todo transcurria de maravilla, el trigo crecía altísimo y el campesino se sentía muy feliz. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había lluvia.
Fue un año aparentemente perfecto.
El trigo crecía tan alto que el campesino fue a ver a Dios y le dijo:
- Mira, esta vez obtendremos tanto grano que podríamos alimentar a todos por diez años!
Hasta que llegó el momento de la siega, y para gran sorpresa del campesino, los granos recogidos estaban vacíos.
El granjero sorprendido le preguntó a Dios:
- ¿Qué pasó? ¿Qué error hubo?
Y Dios dijo:
Como no hubo ni tormentas, ni vientos fuertes, ni truenos, ni relámpagos, no hubo desafíos para el alma del trigo. Tú evitaste lo que era malo y el trigo no aprendió a desarrollarse.
Dios miró al campesino con benevolencia, y prosiguió:
La noche es tan necesaria como el día y las épocas de tristeza son tan necesarias como las de felicidad. A esto se le llama verdadero aprendizaje. Si entiendes este proceso descubrirás la belleza de la vida y la importancia de sacarle provecho a cada una de nuestras experiencias cotidianas, asi parezcan buenas o malas.
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