En uno de los rosales del jardín de mi abuela había un botón tan grande y lozano que estaba a punto de transformarse en una flor de espléndida belleza.
Yo estaba loca por verla, y día tras día iba a visitar el rosal.
Pero aquel capullo era tan lento en abrir que al fin se me agotó la paciencia y decidí hacer algo al respecto.
Le consulté a mi abuela y me dijo que si en verdad estaba impaciente, yo misma abriera los pétalos.
Mi alegría fue indescriptible. Pero conforme abría los pétalos poco a poco me iba desilusionando, finalmente, cuando terminé mi labor, no resultó una rosa tan grande ni tan hermosa, ni tan bien abierta como yo esperaba. Habia destruido su belleza, y en breve la vi marchitarse y morir.
Entonces mi abuela me explicó que así pasaba con todas las cosas en la vida: "no debemos apresurar su desarrollo, sino dejar que prosperen por si mismas y a su debido tiempo".
Yo estaba loca por verla, y día tras día iba a visitar el rosal.
Pero aquel capullo era tan lento en abrir que al fin se me agotó la paciencia y decidí hacer algo al respecto.
Le consulté a mi abuela y me dijo que si en verdad estaba impaciente, yo misma abriera los pétalos.
Mi alegría fue indescriptible. Pero conforme abría los pétalos poco a poco me iba desilusionando, finalmente, cuando terminé mi labor, no resultó una rosa tan grande ni tan hermosa, ni tan bien abierta como yo esperaba. Habia destruido su belleza, y en breve la vi marchitarse y morir.
Entonces mi abuela me explicó que así pasaba con todas las cosas en la vida: "no debemos apresurar su desarrollo, sino dejar que prosperen por si mismas y a su debido tiempo".
Anónimo.
0 comentarios:
Publicar un comentario