Una madre solicitó a Napoleón que perdone a su hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía y que la justicia exigía su ejecución.
- No pido justicia -dijo la madre-, pido misericordia.
- Pero señora -respondió el emperador-, no merece misericordia alguna.
- Su excelencia -prosiguió la madre-, si se la mereciera, no sería misericordia sino justicia, yo lo que pido es misericordia.
- Muy bien -dijo el emperador-, tendré misericordia.
Y así la mujer salvó la vida de su hijo.
Anónimo
"SI QUIERES VER A TU HIJO FELIZ UN DÍA, DALE UN REGALO; SI QUIERES VERLO FELIZ TODA LA VIDA, ENSEÑALE A VIVIR".
(M.Grunberger)
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