Mirándolas descubrí la infinidad de cosas que nos perdemos. Ellas, que
están allá, tan lejos, al menos sobreviven con su pequeño brillo; y
nosotros aquí, tan llenos de todo, nos sentimos morir cuando algo se
termina.
Mirando las estrellas comprendí, el poco valor que le damos a la vida,
cuando ésta nos quita cosas pensamos que es injusta y olvidamos que sin
ella no seríamos quienes somos.
Hoy sin pensar vi volar una estrella en su gran mundo. La vi volar sin
rumbo y la noté perdida, pero me di cuenta de que no, que sólo en
nuestro mundo existe la soledad, ya que ellas conviven con su Creador y
por eso siguen brillando.
En cambio nosotros, pensamos que estar solos es el fin de la vida y no
nos damos cuenta que a veces la soledad, nos ayuda a encontrar esas
respuestas que Dios susurra a nuestra conciencia.
Mirando las estrellas pude ver que la felicidad llega cuando menos la esperamos. . .
Hoy mirando una estrella, sentí el calor del amor que se fue... Y
descubrí que en ella están los sueños, los besos y aquel tiempo que un
día se perdió.
Comprendí que el amor tiene un millón de vueltas, que a veces nos
sorprende y nos da felicidad, y otras veces se transforma en lo peor que
hay.
Aprendí a sonreír y a ver la realidad. Mirando a una de ellas, pude ver algunas cosas:
Que no sirve el orgullo cuando existe amistad…
Que no sirve llorar cuando un amor se va…
Que no existen fronteras cuando tenemos vida…
Y que aprender a vivir, es lo mejor que hay.
Que no sirve llorar cuando un amor se va…
Que no existen fronteras cuando tenemos vida…
Y que aprender a vivir, es lo mejor que hay.
Autor: José Luis Prieto
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