Amamos porque sí,
sencillamente porque sí, sin saberlo,
como cuando la espiga se levanta,
como la lluvia cuando está cayendo,
como el viento que pasa y no lo sabe,
y sin embargo, pasa y es el viento.
Amamos porque sí,
sencillamente porque sí,
sin razón y sin remedio,
como se seca un pozo,
como se empaña a veces un espejo,
como una fecha que cambió de dia
o un nombre que olvidamos en un sueño.
Amamos porque sí,
sencillamente y no importa en que tiempo,
si en un amanecer de primavera
o en un lento crepúsculo de invierno,
pues si el árbol lozano da más flores,
son más dulces los frutos
de los árboles viejos.
Amamos porque sí,
sencillamente
por un qué fatal que no sabemos,
como el traje de luto para un niño
o como las estrellas para un ciego,
como van hacia abajo las raíces
y hacia arriba las ramas
con las hojas por dentro.
Amamos porque sí,
sencillamente porque sí,
porque es cierto,
como un anochecer al mediodía,
como una llamarada sobre el hielo,
como resucitar estando vivos
sólo para morir sin haber muerto.
Amamos porque sí, sencillamente.
Sencillamente, como pasa el viento...
José Ángel Buesa
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